Abril, ¿dónde te has marchado?
¿Quién me ha robado el mes de abril? Lo guardaba en el cajón donde guardo el corazón. — Sabina
Febrero y marzo sin escribirte. Yo, que te prometí una carta el mes, he incumplido mi palabra. Cada mes he dicho cosas como “nada, queda medio mes, me da tiempo de escribir la cartita”, “bueno, una semana, de sobra”, “dos día, todavía puedo”, y de repente ¡pum! Adiós.
Iba a disculparme, pero sé que no pasa nada, aquí hay confianza.
El tiempo está volando y no es excusa. Esta es una pregunta real, ¿qué le pasa a 2025? Lo pienso y me surgen otras: ¿No va más deprisa de lo que debería? ¿Me pasa solo a mí o lo estás viviendo?
Siento como si alguien —o algo— hubiera reconfigurado el paso del tiempo y ahora corriese más, sin motivo. Además, a veces pienso que los años son como capítulos que alguien que no soy yo está escribiendo deprisa, deprisa, y que lo único que puedo hacer es tratar de no perder el hilo. ¿Te pasa?
Vale, he tenido muchísimo trabajo… muchos manuscritos de autores y autoras noveles que leer, muchos correos que responder, y un montón de inglés que aprender, pero es que ni así me cuadra que esté llegando mayo con las flores.
¿Cómo has estado desde que no te escribo? ¿Cómo te ha ido? ¿Ya tienes alergia o, como yo, te libras?
Estos meses, además de trabajar, he ido de viaje a Edimburgo. Allí he practicado inglés, aunque no tanto como quisiera porque menudo acento tienen… En Edbhrrra (así lo dicen ellos) se visitan, entre otras cosas, cementerios. Aunque a priori parecen lugares extraños para ir de visita viajera, te diré que si tienes la oportunidad de conocer la ciudad, no te los pierdas.
En el cementerio de Greyfriar encontré una tumba con flores frescas en la que alguien había dejado, además, una novela. Me quedé pensando en ello toda la tarde. Qué bonito, ir a llevar novelas a una tumba.
Y mira qué preciosas las calles. Vale, hay un cartel de “camino cerrado”, pero creo que era de adorno, porque entré y no había nada cerrado.
Fíjate en el sol. En la ciudad en la que casi siempre llueve.
¿Que si estoy escribiendo? Sí.
¿Que si es suficiente? No.
¿Que si quiero terminar la novela nueva? Claro.
¿Que para cuando? Ni idea.
Te confieso que estos meses he dudado. Un poco. De todo. Pero también he encontrado nuevas certezas, y una de ellas es esta: quiero seguir escribiendo, quiero seguir escribiéndote. Aunque no siempre sepa cuándo.
Y ya está, eso es todo por hoy. Una carta desordenada, como las mejores conversaciones entre gente que se aprecia.
Gracias por seguir ahí, incluso cuando desaparezco.
Espero que abril te haya traído algo bonito, aunque sea una canción que no puedes dejar de escuchar, una frase que se te grabó —por una peli, por un libro, por un poema—, o una flor que viste en la acera y no olvidaste. Y si estás triste, te mando un abrazo y te prometo que pronto el sol va a brillar de nuevo.
Escríbeme si quieres contarme.
Yo volveré pronto, lo prometo.
(Quizá no muy pronto. Pero pronto.)
Por favor, cuídate mucho.
Gracias por seguir aquí.
PD: si quieres responderme dale a responder a este email y ya está. Me va a encantar leerte. También puedes publicar un comentario, eso es público.
PD2: Si te ha gustado esta carta y crees que puede gustarle a alguien más, reenvía este email. Compartir es vivir.
Querida Azu:
Tu carta me llegó como una brisa suave, de esas que no avisan pero que mueven algo por dentro. Gracias por escribir, incluso cuando sientes que llegas tarde. Aquí nadie lleva reloj ni calendario, solo ganas de leerte.
No sé quién nos robó abril, pero si lo encuentras, dile que me devuelva también un par de días de marzo. Yo también parpadeé y ya es mayo. Y sí, te entiendo perfectamente: 2025 va como en cámara rápida. A veces me siento como en una serie que avanza sin darme tiempo a procesar el capítulo anterior. Es raro, ¿no?
Qué bonito lo que cuentas de Edimburgo. Cementerios con novelas, flores frescas, y acentos que suenan como si el viento hablara con piedras en la boca. Ojalá un día pueda pasear por allí, y encontrar esa tumba, y dejar también una historia.
Me alegra mucho que estés escribiendo, aunque no sea todo lo que quisieras. A veces, escribir poco también es escribir. Dudar, lo hacemos todos; pero tener claro que quieres seguir, eso ya es una certeza enorme. No te imaginas cuánto reconforta saberlo.
Yo he estado bien, sobreviviendo a las alergias primaverales con dignidad cuestionable, pero con buen ánimo. En estos meses encontré también mis pequeñas cosas bonitas: una canción que no paro de repetir, una frase que aún me hace cosquillas en la cabeza, y una margarita solitaria creciendo entre las baldosas. Me acordé de ti al verla.
Gracias por volver, por compartir, por escribir con tanto corazón.
Aquí sigo. Y aquí estaré, aunque a veces también desaparezca un poco...
Te quiero, amiga.