Nueva cartita, día 31 de enero, casi casi se me escapa el mes sin pasar por aquí y saludarte.
Acabo de ver en redes que hay mucha gente quejándose de que este enero está siendo demasiado largo. De que está durando un año. A mí se me ha pasado volando. Quizá es porque he trabajado demasiado, y como me encanta lo que hago, el tiempo se pasa y no me entero. Esto no puede ser malo, porque no me olvido de vivir.
Y es que también he paseado al sol.
He visto la lluvia desde la terraza.
He bebido chocolate caliente en una cafetería bonita.
He escrito.
He ido a un cumpleaños especial.
He practicado yoga.
He charlado con mis amigas.
Me he reído a carcajadas.
Me leído varios libros.
He hablado un montón en inglés.
He empezado a planear un viaje.
He terminado una serie que me ha encantado.
He estrenado un jersey.
Que sí, que también ha habido momentos con problemas del primer mundo, ¿cómo no? Pero es que ya sé que esto es la vida. La luz y la sobra. Las flores y la arena.
Este mes alguien me ha dicho que soy demasiado intensa.
Primero me enfadé un poco. Después medité. Al final decidí que sí, lo soy, ¿y qué? No pasa nada. Me cuesta entender que haya personas en el mundo que no puedan concebir que “ser una intensa” sea una cualidad positiva. Sí, soy intensa, y por eso quiero mucho, sueño mucho, lloro mucho, río mucho, grito mucho, me enfado mucho, me emociono mucho, soy capaz de bailar sola en el pasillo y de hundirme en la miseria con un drama cotidiano. ¿Y eso no es genial? Me imagino siendo gris y me dan escalofríos solo de pensarlo.
El otro día nos visitó este ser precioso. Se pasó un rato en nuestro balcón. Siempre, siempre, siempre, recojo el tendedero. Esa mañana no lo hice. Nada sucede por casualidad. Le pusimos comida y le dimos agua. Y luego se marchó, libre. Todavía lo busco cuando miro por la ventana.
Esta carta se llama “Un minuto o dos” porque eso es lo que pensaba que iba a tardar en escribirte. Ya llevo diez, así que ha llegado el momento de despedirme. Discúlpame si hay alguna errata, no voy a revisar. Que se nos va enero.
Espero que febrero te trate bien, que vivas tu intensidad tan fuerte que brilles. Y que no dejes que nadie te haga cuestionarte cómo eres. Porque eres como debes ser.
Gracias por seguir aquí.
PD: si quieres responderme dale a responder a este email y ya está. Me va a encantar leerte. También puedes publicar un comentario, eso es público.
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Crucemos los dedos para que febrero sea benévolo. Y para que el pajarito vuelva a visitarte muchas veces este mes :-D
¡Hola, Azucena!
A mí también se me ha pasado volando enero, aunque si me paro a pensarlo, ha sido un mes de no parar. Entre el trabajo, los niños, la casa y algunas novedades que han ido surgiendo, siento que he estado en una especie de torbellino en el que los días han ido pasando sin darme cuenta. Parece que fue ayer cuando estábamos brindando por el año nuevo, y de repente ya estamos diciendo adiós a enero.
Me ha encantado leerte, como siempre. Me ha hecho sonreír esa sensación de intensidad que describes, porque me resulta muy familiar. Creo que vivir con intensidad es un regalo, aunque a veces haya quien no lo entienda. Sentir mucho, emocionarse con los pequeños detalles, reír fuerte, llorar cuando hace falta, sorprenderse con lo cotidiano… eso es lo que hace que la vida no pase de puntillas. Me ha gustado especialmente la parte en la que hablas de ese visitante inesperado en tu balcón. Hay momentos que parecen pequeños pero que, por alguna razón, se quedan con nosotros, y me gusta pensar que nada sucede por casualidad.
Espero que febrero nos traiga más momentos bonitos, más carcajadas, más conversaciones que se alargan sin darnos cuenta y más de esa intensidad que nos recuerda que estamos vivos. Gracias por compartir siempre tus palabras y tu manera de ver el mundo.
Un abrazo enorme.